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En el 2019, antes de entrar en la pandemia, la UNESCO publicó la tercera versión de su «Marco de competencias de los docentes en materia de TIC«, como herramienta para orientar el contexto de la formación docente, que facilite la integración de las TIC en su práctica profesional, con miras al colaborar con cumplimiento de lo establecido en la Agenda 2030.

En su presentación, como podrán ver en la página 1 del texto, si deciden revisar el documento, la UNESCO especifica que «La versión 3 del Marco de competencias de los docentes en materia de TIC responde a la reciente evolución tecnológica y pedagógica en el campo de las TIC y la educación, e incorpora en su estructura principios inclusivos de no discriminación, acceso abierto y equitativo a la información e igualdad de género al impartir educación con apoyo de las tecnologías. Aborda las repercusiones de los recientes avances tecnológicos en materia de educación y aprendizaje, como la inteligencia artificial (IA), las tecnologías móviles, la Internet de las cosas y los recursos educativos abiertos, en apoyo a la creación de sociedades del conocimiento inclusivas» (UNESCO; 2019, p.1)

Seguramente, y como parte de su actualización, la UNESCO incorporará los principales aprendizajes obtenidos durante la pandemia, pero mientras tanto, aquí les dejo un par de datos, así como el enlace al documento (otra vez), para que quienes aún no lo conocen, o no lo han leído, puedan revisarlo.

El marco, está retratado en el siguiente gráfico, en el que se puede apreciar que las competencias se organizan con lógica matricial, cruzando los niveles de desarrollo de las competencias, con los aspectos a las que están dirigidas.

Gráfico del Marco de competencias de la UNESCO

Como se imaginarán,  en una publicación en un blog es imposible comentar todos los contenidos del documento, por lo que en este momento y dada la situación de la formación docente en Venezuela, haré unos comentarios sobre un aspecto esencial que se ha puesto en evidencia, como un problema de fondo, la alfabetización digital. Seguramente, en otro momento, comentaré otros aspectos de este Marco, pero creo que,  dada la experiencia vivida durante la pandemia, es importante arrancar por ahí. 

Un docente que no conoce y maneja las TIC, no puede incorporarlas de forma efectiva en el proceso de aprendizaje y tampoco acompañar a los estudiantes (en toda su diversidad) a utilizarlas tanto en el proceso de aprendizaje, como en el desarrollo de su vida plena, ciudadana y productiva. Es por ello que es imprescindible que «los educadores adquirieran competencias y conocimientos básicos de alfabetización digital para aplicarlos en los correspondientes contextos curriculares». (UNESCO; 2019, p.20)

Sin embargo, el desarrollo de la alfabetización digital, no es un proceso que se produce mágicamente, ni que puede descansar en la voluntad y recursos de los docentes. Es un proceso que se debe diseñar e instrumentar desde el ente rector del sistema educativo que incluye la incorporación de espacios en los sistemas de formación inicial de los docentes, así como, la construcción de espacios de actualización y perfeccionamiento en ejercicio, dirigidos a ello. Estos deben incluir una evaluación del nivel de alfabetización y manejo de las TIC, para orientar mejor los procesos formativos que deriven en los cambios en en enfoque y en las prácticas docentes. 

En la página 31, pueden ver, en este cuadro, el resumen de las competencias en términos de alfabetización digital.

De acuerdo con los aprendizajes que la UNESCO obtuvo de las versiones anteriores, uno de los aspectos de utilidad del marco, fue la definición de «criterios de evaluación para determinar los niveles de competencia de los docentes en materia de TIC». Aquí en Venezuela no se ha aprovechado para ello, dado que la evaluación parece estar vetada, como práctica natural del sistema educativo. 

Como verán, en Venezuela estamos muy atrasados en la instrumentación de la lógica propuesta por la UNESCO. Eso explica, entre otras, las dificultades para desarrollar un modelo híbrido de enseñanza, en el marco de la pandemia. 

A esta altura, es importante preguntar ¿cómo se hará viable, tanto la recuperación del del tiempo, de los aprendizajes y el desarrollo de la alfabetización digital en los docentes, como la incorporación efectiva de las TIC en todas las escuelas de Venezuela, sin ningún tipo de restricciones y discriminación?

 

Cuando las computadoras no soñaban con estar regadas por cada rincón del planeta, ni mezcladas en cada actividad de nuestras vidas, en la universidad, en la escuela y en la vida cotidiana, debías coger un lápiz o un bolígrafo y escribir.

Aprendías caligrafía para que lo escrito pudiera ser entendido por cualquiera, claro, que supiera leer. (Creo que hasta los médicos lo intentaban, aunque no estoy muy segura de eso).

Si tenías que entregar un trabajo, lo escribías a mano. Si querías mandar noticias a tu familia en otro país, o en otra ciudad, incluso, si querías enviar un poema o una nota romántica al amor de tu vida, lápiz o pluma, y papel, eran la base.

Había una especie de conexión orgánica, entre tu corazón, tus neuronas, tus músculos, y el grafito o la tinta que fluía por la punta de la pluma, que hacía que se plasmaran ideas y sentimientos clara y precisamente, en el papel. Bueno, con tanta claridad y precisión como tu corazón y cerebro lo quisieran.

En algunas escuelas, después de cierto nivel de estudio, preferirían la escritura con pluma, al lápiz y el borrador. Eso fomentaba el cuidado tanto de la caligrafía, como de las ideas a expresar.

Con el tiempo, se fue colando la máquina de escribir y la mecanografía se convirtió en una asignatura de educación para el trabajo, en bachillerato.

Una de las cosas curiosas de ese cambio, era que el reto estaba es tipear sin ver, en lograr una especie de programación entre tu mente y los movimientos de los dedos de las manos, que permitía leer y transcribir, de forma simultánea. No eran tan importantes las palabras y los significados, las ideas y su coherencia, como la velocidad de transcripción.

Escribir a mano seguía siendo una norma para muchas cosas, pero hacerlo a máquina comenzó a convertirse en la modalidad de elaboración de cierto tipo de actividades en las escuelas y posteriormente, en las universidades se convertiría en norma.

En ambos casos, si te equivocabas, tenías que borrar o volver a comenzar. Si la equivocación era muy grande, la solución era comenzar de nuevo.

Para minimizar los errores, se elaboraba previamente un borrador de lo que se quería decir. El borrador era perfecto para tachar, reordenar, poner notas al margen y afinar muy bien la lógica y el discurso.

Estos detalles de la escritura a mano, incluso de la escritura a máquina, con las importantes diferencias entre ambas, en cuanto a las habilidades desarrolladas, hacían del acto de escribir, un proceso que requería nuestra atención. Los errores costaban tiempo, papel, inspiración, tinta, estética (incluso goma de borrar y tipex).

Los detalles y su importancia, han ido mutando desde entonces. Así como el tipo de habilidades que se cultivan y desarrollan, a partir de la escritura.

Claro, el uso de las computadoras y su presencia en todos los ámbitos de nuestras vidas, ha sido, aunque cada vez más acelerado, progresivo.

En sus lentos inicios, algo del enfoque y del cuidado se mantenía, porque cuando se tenía que guardar lo escrito en un disco, uno de 5 y 1/4, por ejemplo, el cuidado en la redacción y en el foco de las ideas que se querían comunicar, debía mantenerse, porque si cometías un error que requería «editar», hacerlo podía costarte todo el trabajo.

Los que me conocen, a esta altura se estarán preguntando a qué viene este cuento, porque como saben, soy una amante de las TICs, desde que aparecieron.

Sin embargo, cada día veo con más preocupación y tristeza, la ligereza en la comunicación, comenzando por la de quienes aprendieron a escribir a mano, pasaron por la máquina, con y sin tipex, y su primer trabajo en computadora, lo guardaron en un disco de 5 y 1/4.

Me preocupa también que las nuevas generaciones estén perdiendo la oportunidad de desarrollar ciertas habilidades, procesos y competencias, porque no usan nunca papel y lápiz para escribir y para dibujar.

Pero lo que me llevó a escribir hoy ésto, es mi preocupación por lo que considero como una especie de «analfabetismo ocular», que está en medio de todo el proceso, una especie de descuido crónico «justificado», que hace que se pierda o se enrede la comunicación, porque parece más importante decir algo, que decir lo que se quiere comunicar.

Decir, porque parece más importante enunciar que participar. Soltar imágenes, palabras y frases, como esperando que el otro te lea la mente, desenrede y organice tus ideas y, obviamente, «comprenda». Si te da la razón, mejor.

Si se tratara de nuevas generaciones, diría que hay que revisar a fondo, el sistema educativo (más allá de las razones por las que lo he dicho muchas veces ya), pero como se trata de generaciones que tuvieron la oportunidad de escribir solo a mano, a mano y a máquina, incluso en las primeras computadoras, creo que hay una parte de la alfabetización básica, pero también, de las competencias comunicativas y de la cultura ciudadana, que se requieren reconstruir o restaurar.

¿Alguna vez han tenido una trompeta o una flauta, preferiblemente transversa, en sus manos y han tratado de tocar algo?

Sacarle sonidos a una flauta o a una trompeta no es solamente soplar. El proceso entre soplar y que el sonido que se produzca sea una nota y sea la nota correcta, requiere trabajo.

Pasar del primer sonido a una escala, o a una pieza infantil como los pollitos, por ejemplo, requiere trabajo, paciencia, dedicación y conocimiento. Claro, siempre encontrarás el muchacho talentoso que tome la flauta o la trompeta y pueda tocar de oído los pollitos y la melodía de su canción favorita.

Pero si quiere interpretar una pieza popular o clásica, hacer un sólo o interpretar su voz en un arreglo de un pequeño grupo de jazz, de salsa, o una orquesta, requiere conocimientos musicales y mucha práctica para que las notas suenen, como deben en cada voz e instrumento, pero también los necesita para saber cuando entrar, como acoplarse con el grupo y hasta el volúmen en el que deberá sonar el instrumento que toca.

¿Y si en medio de la pieza, tiene que improvisar, lanzarse una descarga, creen que solo necesita «inspiración» y «creatividad»?

Traten de sacarle un sonido a una trompeta y de inmediato, intenten imitar una improvisación de Miles Davis, Luis Armstrong o de Arturo Sandoval. Inspiración y creatividad no son suficientes, se necesita saber música, mucho trabajo y ensayos, una interpretación y ejecución del instrumento impecable, ah, y saber cómo se va a improvisar.

Pero sin asumir que no tienen conocimientos y experiencia previa, supongan que son músicos, pero que tocan un instrumento de cuerdas y un día, llegan a un concierto y les dicen que hubo un accidente en el que se dañaron todos los instrumentos de cuerda y no hay forma de sustituirlos, por lo que solamente van a poder dar el concierto con instrumentos de viento, les ponen una trompeta en la mano y les dicen que tiene que salir a tocar.

¿Qué harían? Saben leer música, han ensayado cientos de veces esa pieza con ese grupo, saben como suena en cada segundo, cuando entrar y cómo acoplarse con el resto, ¿eso es suficiente?

Ya va, pero Ustedes siempre han tocado el cello en esa orquesta, la voz que dominan, la que siempre han interpretado, no se puede interpretar con trompetas sin cambiar el arreglo. Sin un nuevo arreglo y sin estudiarlo previamente y sin ensayos para acoplarse, ¿saldrían tranquilamente a escena?

Ah, no, pero hay un detallito más que no han considerado, Ustedes jamás en su vida han tocado una trompeta, no tienen ni la más remota idea de cómo sacarle un sonido limpio y afinado, ni cuál es la combinación que les va a permitir tocar un Do, cuando les corresponda.

¿De verdad saldrían, o propondrían que se pospusiera el concierto, para hacer los arreglos correspondientes, cambiar el repertorio, buscar nuevos músicos o instrumentos de cuerda?

Y si en lugar de ser uno de los músicos, Usted es el director del grupo o de la orquesta, incluso, si es el productor o el que organiza el concierto, ¿permitiría la presentación, o pediría disculpas al público, evaluaría las opciones, estimaría tiempos y costos para hacer los arreglos correspondientes, y anunciaría su reprogramación, con los cambios en el repertorio, los músicos o instrumentos, que se requieran?

Ahora, imaginen por un momento que en lugar de músicos, instrumentos, grupos, público y orquestas, estamos hablando de maestros, programas de estudio, estrategias pedagógicas, estudiantes y escuelas. Y que, en lugar de un accidente inesperado, estamos hablando de esta pandemia.

¿Cuántos creen que enseñar es pura «inspiración» y «creatividad», más «vocación» y no requiere de estudio, formación, dedicación y práctica, como para que, por un evento inesperado, como la pandemia, se decrete cambiar a educación a distancia, y sin anestesia, y sin formación para ello, los docentes puedan transformar su planificación y práctica, de la noche a la mañana y continuar el año escolar como si nada?

Ojo, eso sin entrar a analizar las condiciones, los recursos y el equipamiento para hacerlo, suponiendo que, como en el caso de la sustitución de cello por trompeta, los maestros serían dotados para ello.

Sea Usted maestro, director, supervisor, o funcionario medio, ¿no le pediría una pausa al ministerio para hacer los ajustes y modificaciones que le permitan asimilar los cambios? Obviamente, una pausa con actividades y repaso incluido para no afectar más el aprendizaje de los estudiantes por la ruptura de la continuidad, pero una pausa para diseñar e instrumentar una transición seria y planificada, que permita garantizar educación de calidad para todos, sin discriminación y con eficacia y eficiencia.

Si Usted fuera funcionario del ministerio, ¿no asumiría esa pausa y transición necesaria, para cumplir con la obligación que le corresponde de garantizar a todos el ejercicio pleno de sus derechos?

¿No? Entonces, no se extrañen si terminan tocando ésto

Desde que twitter inventó los «hilos», estaba pensando que sería más atractivo publicar, algunas cosas, en ese formato que escribir una publicación en un blog. Sin embargo, a pesar de tener la ventaja de que los interlocutores pueden reaccionar, opinar y discutir, fragmentos específicos del hilo, estoy descubriendo, como limitación, que pierde «unidad» a la hora de compartir.

Así que, aquí les dejo «En busca del #InquilinoInterior» -bueno, tenía que ponerle un título-, un hilo que acabo de publicar en Twitter. Termina con una encuesta que me gustaría que respondieran.

Ojeando el Actitud 2.0, de esta mañana, me tropecé con esta simpática imagen de @educacion2 citando a @educacion3_0

Se podría titular: ¡2 generaciones empeñadas en aportar contenido a la educación! Jajajaja sugiero seguir ambas cuentas.

Revisé el listado de cortos, para ver si alguno serviría para desarrollar al «inquilino interior», específicamente en los valores a los que hace referencia #Quino en el fragmento de caricatura que compartí ayer, ¿lo recuerdan?

Pero por las descripciones, ninguno serviría para ello.

Entre los temas más reiterados en este listado de cortos, gana la aceptación de las diferencias. Aquí les dejo el listado, por si les resulta útil. Y si conocen algun corto, o película, que ayude a encontrar al «inquilino interior», avisen.

Escribiendo se me ocurrió hacer esta encuesta: ¿Tiene Usted «inquilino interior? (Obviamente, me refiero al que se describe en la caricatura de #Quino)

Aquí les dejo el enlace al tuit desde el que la pueden responder:

En busca del #InquilinoInterior

Así arrancaron las respuestas:

En estos días, turbulentos en buena parte del mundo -turbulencia de la que no escapa el sistema educativo que ofrece la educación obligatoria para los ciudadanos-, vemos que hay gente empeñada en #RepensarLaEducación (*). Cada quién desde un ámbito, o trinchera particular -dependiendo de su disposición a construir y compartir-, y obviamente, con sus propios focos, enfoques y énfasis.

Bueno, también hay gente y organizaciones del sector, y con proyectos en el sector, dedicadas a repensar y reconstruir la educación desde hace mucho tiempo, con potentes aportes, interesantes y oportunos.

Antes de seguir, adelanto que veo a la educación como un proceso complejo, de construcción a partir de interacciones, y permanente -en todo momento y a lo largo de toda la vida-, que puede ser intencional o no, y tiene objetivos específicos y generales, pero siempre múltiples que varían personal, social, y contextualmente. (Para los estudiosos y eruditos en educación, aclaro que al inicio de esta afirmación dije «veo», para darme la licencia de expresar mi opinión, sin pretensiones académicas o de definiciones formales)

Repensar la educación, partiendo de esa visión, implica, entre otras cosas, el reto de incorporar la complejidad como atributo de la educación, de las organizaciones y del proceso educativo. Es por eso, que quiero compartir con Ustedes unas reflexiones surgidas a partir de mi lectura de un intercambio de tuits hecho con la etiqueta #RepensarLaEducación .

Aquí la captura del intercambio:

captura intercambio tuits

(Ah, un paréntesis: si les llamó la atención, les sugiero echar un ojo a la etiqueta (*) y también curiosear el trabajo de @mazzato denominado Transmedia Mind, comenzando por el abrebocas que está en el enlace).

Mis reflexiones:

Al «ver» el aula y al maestro, ese chico también “aprende por imágenes”. Sólo que lo que ve en el aula ya no le interesa y lo que ofrece el maestro, no lo conecta con algo que tenga significado para él. En términos generales, lo que ve en su entorno le resulta menos atractivo que lo que ve en su dispositivo.

Las imágenes de su dispositivo le permiten conectar realidad con fantasía, le permiten incorporar imaginación en la interpretación, le permiten identificar, identificarse y construir significados.

Pero además, el dispositivo tiene múltiples funciones y aplicaciones que le permiten trasladarse, sentirse dentro de la imagen y participante de lo que en ella sucede. Tiene imágenes reales en tiempo real (vlr) y tiene realidad virtual y aumentada, en las que puede participar o con las que puede participar, interactuar y tejer relaciones. Y eso, sin contar con la realidad mixta y la extendida, que por ser combinaciones de ellas, paradójicamente están menos extendidas y tecnológicamente, más en pañales.

Las funciones y conexiones que el estudiante tiene a través del dispositivo, le permiten acceder a múltiples recursos, información y datos, en los que puede perderse o distraerse, y también profundizar en lo que le interesa. Perderse, distraerse o profundizar, es una decisión que toma libremente el estudiante, pero que depende de su interés en el contenido y de su capacidad para encontrar y seleccionar información útil, sólida y valiosa, en lugar de un mar de datos inmanejable, o de información superficial y hasta falsa. Ese interés se despierta y esa capacidad se construye. Ambas cosas se pueden y deben promover desde el sistema educativo.

El estudiante puede, aprovechando los alcances de las conexiones, incluso expresar directamente, su opinión y punto de vista al autor de una obra o de un contenido y si tiene suerte, porque el autor responde, la calidad del intercambio va a depender de la solidez de su opinión y de su capacidad para debatir o simplemente preguntar, porque el estudiante puede hacer preguntas y sólo eso, es una ganancia en su proceso de aprendizaje. Hacer buenas preguntas, puede ser tan importante como responderlas. Dar un buen debate, es vital para ordenar las ideas, pero también para cuestionarlas y repensarlas, para reconstruir y renovar su conocimiento. Estas también son habilidades que hoy correspondería a la educación básica ayudar a desarrollar.

El potencial de conexión también es muy atractivo para ser y formar parte, expresarte, comunicar e interactuar, para acercarte, tejer y construir con personas en cualquier lugar del mundo. Hay muchas barreras que se perforan a través de la conexión y los dispositivos.

A esta altura, es más que obvio que concuerdo con los que dicen que la interacción es parte fundamental del aprendizaje. Se aprende siempre en relación con otros. Sea el autor de un libro, el maestro, el compañero de clase, el autor de un video, el escritor de un post, o simplemente el que está al lado, o al otro lado de la pantalla.

La calidad y el resultado de la interacción, depende de los participantes y de los recursos que se empleen. Hay interacciones presenciales que son muy valiosas en el proceso de aprendizaje, porque permiten la incorporación de todos los sentidos; pero también las hay reales, aunque se desarrollen a través de medios virtuales, y hay interacciones artificiales que se realizan con algoritmos y bots, que pueden tener un inmenso potencial en el proceso educativo.

Incluso, hasta hay interacciones mentales -si me permiten utilizar el término así y en este contexto-, que son las que se desarrollan en cada quien frente a información, en la forma que sea. En ellas, la habilidad del estudiante para percibir, reflexionar e interpretar, y también para hacerse preguntas claves, encontrar relaciones, seguir argumentaciones, identificar y hasta discutir conclusiones, le permite construir conocimiento «en solitario», que no es realmente «en solitario», sino en interacción «lateralmente pasiva», con la producción de un autor. (**)

Y no podemos olvidar que estas tecnologías permiten al estudiante, tener el control. Porque puedes aprender con imágenes en televisión o en el cine, pero si tienes acceso a ellas en el dispositivo, no tienes que ir al cine en un horario y lugar específico, ni tienes que esperar que lo que quieras ver, forme parte de la programación de cines o canales de TV. Puedes citar a tus amigos o familiares, a la hora y el día en que todos puedan y proyectar en la pantalla de tu televisor, lo que identificaste y bajaste a tu dispositivo. Puedes parar, retroceder y volver a ver, o adelantar las veces que quieras y puedes compartir tus impresiones, a través de un largo texto, una corta publicación, un tuit, una imagen, un mapa, un video, -por el medio que quieras- con muchos amigos a lo largo y ancho del mundo.

Si apuestas por escribir al respecto o compartir tu opinión, o aprendizaje, puedes hacer trampa, plagiando a otros, o citar las fuentes en las que te basaste para construirla. Esa es una decisión que toma el estudiante de acuerdo a su estructura de valores y a cómo se fomente en la familia y en la escuela la construcción de probidad y honestidad. De hecho, a lo largo de tu formación, frente a una lectura técnica o científica, puedes leer y razonar, investigar más, refutar o profundizar, o memorizar y repetir sin tener idea de lo que dices. Esta decisión también la toma el estudiante con base en la utilidad que le encuentre a lo que estudie, pero también a partir de los incentivos que el maestro le da, incluyendo cómo y para qué evalúa.

El estudiante puede tener la motivación y el control de su aprendizaje, en la medida en la que la escuela se renueve e incorpore elementos que potencien el despertar del interés, la construcción de significados y de conocimientos. Y es aquí donde comprender e incorporar conscientemente, la complejidad en el proceso educativo, es un gran y valioso reto.

Porque, es importante mencionar que no toda la innovación está en la incorporación de las nuevas tecnologías, o en la renovación permanente de ellas –que es como sería más preciso referirse a esa parte del proceso-, sino también, saber combinarlas con las viejas prácticas y tecnologías, útiles y valiosas por el tipo de aprendizaje que promueven.

Por ejemplo, un grupo de estudiantes de bachillerato, puede conectarse a uno de los varios y buenos canales de youtube que cuelgan contenidos sobre ciencia, y ampliar con lo que allí encuentran, lo que leen en sus libros de texto, lo que investigan e indagan navegando por internet, lo que discuten en clase, pero su formación siempre estará más completa, si pueden entrar a un laboratorio y tener una experiencia científica en la práctica. Pueden entregar sus informes de laboratorio al docente, también publicarlos en un blog elaborado en equipo por el curso y pueden compartir y comentar a partir de sus resultados, los videos o las publicaciones que utilizaron como insumos, en el proceso previo. Pueden armar un debate con estudiantes de otras escuelas, en su país o en cualquier otro, en el que se incluya un trabajo similar, o diferente, pero que puedan estar relacionados.

Las capacidades para buscar, colectar, seleccionar y procesar información, para sacarle el máximo provecho, para relacionarla y debatirla, entre otras cosas, son capacidades que deben desarrollarse en la escuela.

Si en lugar de ciencia, el reto incluye arte, puedes meterte en una biblioteca real o virtual, a revisar libros y publicaciones sobre la vida y obra de los artistas; puedes dar paseos presenciales por museos, y contrastarlos con los múltiples y variados paseos virtuales a museos que hoy están disponibles en internet, algunos, en ambos casos, con experiencias de realidad virtual. Puedes ampliar las consultas, contextualizando la vida y obra de los artistas.

Pero si el centro es la literatura, puedes hacer lo mismo que hiciste con la película, esta vez con un libro, digital o en papel, y si tienes a mano el dispositivo, mientras lees en solitario o acompañado, puedes aprovecharlo para indagar sobre algunos conceptos que llamen tu atención, para aclarar dudas, para buscar elementos de contexto, para conocer más sobre el autor o sobre la obra, para comentar, para compartir.

También puedes participar o explorar una experiencia como la convocada con la etiqueta #Dante2018.

dante2018

¿La conocieron? pues con esa sencilla invitación, mucha gente se sintió partícipe y leyó o re-leyó La Divina Comedia, incluso, en algunos casos, se hicieron citas en casas o en librerías para leer el canto del día y comentarlo. Una experiencia de lectura de un clásico, dosificada, disfrutada de diversas maneras y comentada en múltiples formatos y en varios idiomas, en comandita por un gentío, con alcance internacional.

¿Se imaginan lo que se podría lograr, promoviendo experiencias similares o que partan de principios similares, en los procesos de formación en educación básica, entre estudiantes de diversas culturas y países? Podemos imaginar cosas geniales, pero para ello requerimos tener una visión compleja del proceso educativo.

(Bueno, eso sin mencionar aún el potencial de los aportes que se proponen desde la neuroeducación, ni los de la incorporación de la gamificación y del juego –que no es exactamente lo mismo- como parte de las estrategias y recursos de aprendizaje).

Se requiere para todo ello, para hacerlo de forma integral y coordinada, el desarrollo de capacidades de los docentes y de las escuelas, capacidades que incluyen alfabetización digital, innovación en las estrategias, y en las formas de organización, por mencionar sólo algunos aspectos. Se requieren cambios que deben promoverse desde y en las escuelas. Cambios de concepciones y prácticas que deben alcanzar y transformar a la educación y al sistema.

¿Puedes imaginarte algunos de esos cambios?

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(*) #RepensarLaEducación es una etiqueta que apareció en unos tuits en los que unas profesoras y buenas amigas me nombraron, así que decidí ver sobre qué se conversaba en esa etiqueta. Echando para atrás, encontré que ha sido usada desde el 2010, por usuarios de varios países, editoriales, revistas, fundaciones, universidades y profesores, esporádicamente y en un par de casos, en intercambios en torno a algún evento. En los últimos años, la «conversación» se restringe a monólogos, aunque, recientemente, pareciera que hay un nuevo esfuerzo para generar intercambio. En todo caso, los invito a seguir y participar, a construir entre varios, aunque no sean «muchos», una conversación que nos permita #RepensarLaEducación, incorporando diversas ópticas.

(**) Al respecto, les cuento que nunca olvidaré mis intensos intercambios, hace muchos años, con «José Ramón Ortiz» -a quién no tengo el placer de conocer- cuando leía su libro «La lógica del caos». Fueron tan intensos y enriquecedores que cuando conversaba con unos amigos sobre lo que estaba leyendo, me refería a los hallazgos en el texto como el producto de mi conversación con el autor. Y aunque esa sensación siempre formaba parte de mi proceso de lectura, esa experiencia me permitió hacer consciente en mi forma de leer, ese mecanismo de interacción mental, -tal como lo concibo en estas líneas-, esa conversación mental con el autor, sobre sus planteamientos, como parte significativa en mi proceso de aprendizaje y de construcción de conocimiento. Claro, siempre se podría pensar que se trata de la expresión de un rasgo de «locura», pero mis amigos me convencieron que era una forma peculiar de disfrutar el texto.