En estos días, turbulentos en buena parte del mundo -turbulencia de la que no escapa el sistema educativo que ofrece la educación obligatoria para los ciudadanos-, vemos que hay gente empeñada en #RepensarLaEducación (*). Cada quién desde un ámbito, o trinchera particular -dependiendo de su disposición a construir y compartir-, y obviamente, con sus propios focos, enfoques y énfasis.
Bueno, también hay gente y organizaciones del sector, y con proyectos en el sector, dedicadas a repensar y reconstruir la educación desde hace mucho tiempo, con potentes aportes, interesantes y oportunos.
Antes de seguir, adelanto que veo a la educación como un proceso complejo, de construcción a partir de interacciones, y permanente -en todo momento y a lo largo de toda la vida-, que puede ser intencional o no, y tiene objetivos específicos y generales, pero siempre múltiples que varían personal, social, y contextualmente. (Para los estudiosos y eruditos en educación, aclaro que al inicio de esta afirmación dije «veo», para darme la licencia de expresar mi opinión, sin pretensiones académicas o de definiciones formales)
Repensar la educación, partiendo de esa visión, implica, entre otras cosas, el reto de incorporar la complejidad como atributo de la educación, de las organizaciones y del proceso educativo. Es por eso, que quiero compartir con Ustedes unas reflexiones surgidas a partir de mi lectura de un intercambio de tuits hecho con la etiqueta #RepensarLaEducación .
Aquí la captura del intercambio:
(Ah, un paréntesis: si les llamó la atención, les sugiero echar un ojo a la etiqueta (*) y también curiosear el trabajo de @mazzato denominado Transmedia Mind, comenzando por el abrebocas que está en el enlace).
Mis reflexiones:
Al «ver» el aula y al maestro, ese chico también “aprende por imágenes”. Sólo que lo que ve en el aula ya no le interesa y lo que ofrece el maestro, no lo conecta con algo que tenga significado para él. En términos generales, lo que ve en su entorno le resulta menos atractivo que lo que ve en su dispositivo.
Las imágenes de su dispositivo le permiten conectar realidad con fantasía, le permiten incorporar imaginación en la interpretación, le permiten identificar, identificarse y construir significados.
Pero además, el dispositivo tiene múltiples funciones y aplicaciones que le permiten trasladarse, sentirse dentro de la imagen y participante de lo que en ella sucede. Tiene imágenes reales en tiempo real (vlr) y tiene realidad virtual y aumentada, en las que puede participar o con las que puede participar, interactuar y tejer relaciones. Y eso, sin contar con la realidad mixta y la extendida, que por ser combinaciones de ellas, paradójicamente están menos extendidas y tecnológicamente, más en pañales.
Las funciones y conexiones que el estudiante tiene a través del dispositivo, le permiten acceder a múltiples recursos, información y datos, en los que puede perderse o distraerse, y también profundizar en lo que le interesa. Perderse, distraerse o profundizar, es una decisión que toma libremente el estudiante, pero que depende de su interés en el contenido y de su capacidad para encontrar y seleccionar información útil, sólida y valiosa, en lugar de un mar de datos inmanejable, o de información superficial y hasta falsa. Ese interés se despierta y esa capacidad se construye. Ambas cosas se pueden y deben promover desde el sistema educativo.
El estudiante puede, aprovechando los alcances de las conexiones, incluso expresar directamente, su opinión y punto de vista al autor de una obra o de un contenido y si tiene suerte, porque el autor responde, la calidad del intercambio va a depender de la solidez de su opinión y de su capacidad para debatir o simplemente preguntar, porque el estudiante puede hacer preguntas y sólo eso, es una ganancia en su proceso de aprendizaje. Hacer buenas preguntas, puede ser tan importante como responderlas. Dar un buen debate, es vital para ordenar las ideas, pero también para cuestionarlas y repensarlas, para reconstruir y renovar su conocimiento. Estas también son habilidades que hoy correspondería a la educación básica ayudar a desarrollar.
El potencial de conexión también es muy atractivo para ser y formar parte, expresarte, comunicar e interactuar, para acercarte, tejer y construir con personas en cualquier lugar del mundo. Hay muchas barreras que se perforan a través de la conexión y los dispositivos.
A esta altura, es más que obvio que concuerdo con los que dicen que la interacción es parte fundamental del aprendizaje. Se aprende siempre en relación con otros. Sea el autor de un libro, el maestro, el compañero de clase, el autor de un video, el escritor de un post, o simplemente el que está al lado, o al otro lado de la pantalla.
La calidad y el resultado de la interacción, depende de los participantes y de los recursos que se empleen. Hay interacciones presenciales que son muy valiosas en el proceso de aprendizaje, porque permiten la incorporación de todos los sentidos; pero también las hay reales, aunque se desarrollen a través de medios virtuales, y hay interacciones artificiales que se realizan con algoritmos y bots, que pueden tener un inmenso potencial en el proceso educativo.
Incluso, hasta hay interacciones mentales -si me permiten utilizar el término así y en este contexto-, que son las que se desarrollan en cada quien frente a información, en la forma que sea. En ellas, la habilidad del estudiante para percibir, reflexionar e interpretar, y también para hacerse preguntas claves, encontrar relaciones, seguir argumentaciones, identificar y hasta discutir conclusiones, le permite construir conocimiento «en solitario», que no es realmente «en solitario», sino en interacción «lateralmente pasiva», con la producción de un autor. (**)
Y no podemos olvidar que estas tecnologías permiten al estudiante, tener el control. Porque puedes aprender con imágenes en televisión o en el cine, pero si tienes acceso a ellas en el dispositivo, no tienes que ir al cine en un horario y lugar específico, ni tienes que esperar que lo que quieras ver, forme parte de la programación de cines o canales de TV. Puedes citar a tus amigos o familiares, a la hora y el día en que todos puedan y proyectar en la pantalla de tu televisor, lo que identificaste y bajaste a tu dispositivo. Puedes parar, retroceder y volver a ver, o adelantar las veces que quieras y puedes compartir tus impresiones, a través de un largo texto, una corta publicación, un tuit, una imagen, un mapa, un video, -por el medio que quieras- con muchos amigos a lo largo y ancho del mundo.
Si apuestas por escribir al respecto o compartir tu opinión, o aprendizaje, puedes hacer trampa, plagiando a otros, o citar las fuentes en las que te basaste para construirla. Esa es una decisión que toma el estudiante de acuerdo a su estructura de valores y a cómo se fomente en la familia y en la escuela la construcción de probidad y honestidad. De hecho, a lo largo de tu formación, frente a una lectura técnica o científica, puedes leer y razonar, investigar más, refutar o profundizar, o memorizar y repetir sin tener idea de lo que dices. Esta decisión también la toma el estudiante con base en la utilidad que le encuentre a lo que estudie, pero también a partir de los incentivos que el maestro le da, incluyendo cómo y para qué evalúa.
El estudiante puede tener la motivación y el control de su aprendizaje, en la medida en la que la escuela se renueve e incorpore elementos que potencien el despertar del interés, la construcción de significados y de conocimientos. Y es aquí donde comprender e incorporar conscientemente, la complejidad en el proceso educativo, es un gran y valioso reto.
Porque, es importante mencionar que no toda la innovación está en la incorporación de las nuevas tecnologías, o en la renovación permanente de ellas –que es como sería más preciso referirse a esa parte del proceso-, sino también, saber combinarlas con las viejas prácticas y tecnologías, útiles y valiosas por el tipo de aprendizaje que promueven.
Por ejemplo, un grupo de estudiantes de bachillerato, puede conectarse a uno de los varios y buenos canales de youtube que cuelgan contenidos sobre ciencia, y ampliar con lo que allí encuentran, lo que leen en sus libros de texto, lo que investigan e indagan navegando por internet, lo que discuten en clase, pero su formación siempre estará más completa, si pueden entrar a un laboratorio y tener una experiencia científica en la práctica. Pueden entregar sus informes de laboratorio al docente, también publicarlos en un blog elaborado en equipo por el curso y pueden compartir y comentar a partir de sus resultados, los videos o las publicaciones que utilizaron como insumos, en el proceso previo. Pueden armar un debate con estudiantes de otras escuelas, en su país o en cualquier otro, en el que se incluya un trabajo similar, o diferente, pero que puedan estar relacionados.
Las capacidades para buscar, colectar, seleccionar y procesar información, para sacarle el máximo provecho, para relacionarla y debatirla, entre otras cosas, son capacidades que deben desarrollarse en la escuela.
Si en lugar de ciencia, el reto incluye arte, puedes meterte en una biblioteca real o virtual, a revisar libros y publicaciones sobre la vida y obra de los artistas; puedes dar paseos presenciales por museos, y contrastarlos con los múltiples y variados paseos virtuales a museos que hoy están disponibles en internet, algunos, en ambos casos, con experiencias de realidad virtual. Puedes ampliar las consultas, contextualizando la vida y obra de los artistas.
Pero si el centro es la literatura, puedes hacer lo mismo que hiciste con la película, esta vez con un libro, digital o en papel, y si tienes a mano el dispositivo, mientras lees en solitario o acompañado, puedes aprovecharlo para indagar sobre algunos conceptos que llamen tu atención, para aclarar dudas, para buscar elementos de contexto, para conocer más sobre el autor o sobre la obra, para comentar, para compartir.
También puedes participar o explorar una experiencia como la convocada con la etiqueta #Dante2018.
¿La conocieron? pues con esa sencilla invitación, mucha gente se sintió partícipe y leyó o re-leyó La Divina Comedia, incluso, en algunos casos, se hicieron citas en casas o en librerías para leer el canto del día y comentarlo. Una experiencia de lectura de un clásico, dosificada, disfrutada de diversas maneras y comentada en múltiples formatos y en varios idiomas, en comandita por un gentío, con alcance internacional.
¿Se imaginan lo que se podría lograr, promoviendo experiencias similares o que partan de principios similares, en los procesos de formación en educación básica, entre estudiantes de diversas culturas y países? Podemos imaginar cosas geniales, pero para ello requerimos tener una visión compleja del proceso educativo.
(Bueno, eso sin mencionar aún el potencial de los aportes que se proponen desde la neuroeducación, ni los de la incorporación de la gamificación y del juego –que no es exactamente lo mismo- como parte de las estrategias y recursos de aprendizaje).
Se requiere para todo ello, para hacerlo de forma integral y coordinada, el desarrollo de capacidades de los docentes y de las escuelas, capacidades que incluyen alfabetización digital, innovación en las estrategias, y en las formas de organización, por mencionar sólo algunos aspectos. Se requieren cambios que deben promoverse desde y en las escuelas. Cambios de concepciones y prácticas que deben alcanzar y transformar a la educación y al sistema.
¿Puedes imaginarte algunos de esos cambios?
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(*) #RepensarLaEducación es una etiqueta que apareció en unos tuits en los que unas profesoras y buenas amigas me nombraron, así que decidí ver sobre qué se conversaba en esa etiqueta. Echando para atrás, encontré que ha sido usada desde el 2010, por usuarios de varios países, editoriales, revistas, fundaciones, universidades y profesores, esporádicamente y en un par de casos, en intercambios en torno a algún evento. En los últimos años, la «conversación» se restringe a monólogos, aunque, recientemente, pareciera que hay un nuevo esfuerzo para generar intercambio. En todo caso, los invito a seguir y participar, a construir entre varios, aunque no sean «muchos», una conversación que nos permita #RepensarLaEducación, incorporando diversas ópticas.
(**) Al respecto, les cuento que nunca olvidaré mis intensos intercambios, hace muchos años, con «José Ramón Ortiz» -a quién no tengo el placer de conocer- cuando leía su libro «La lógica del caos». Fueron tan intensos y enriquecedores que cuando conversaba con unos amigos sobre lo que estaba leyendo, me refería a los hallazgos en el texto como el producto de mi conversación con el autor. Y aunque esa sensación siempre formaba parte de mi proceso de lectura, esa experiencia me permitió hacer consciente en mi forma de leer, ese mecanismo de interacción mental, -tal como lo concibo en estas líneas-, esa conversación mental con el autor, sobre sus planteamientos, como parte significativa en mi proceso de aprendizaje y de construcción de conocimiento. Claro, siempre se podría pensar que se trata de la expresión de un rasgo de «locura», pero mis amigos me convencieron que era una forma peculiar de disfrutar el texto.